domingo, 15 de noviembre de 2009

Una noche feliz

Esa noche, esa noche la recuerdo siempre, había sido un día duro en la oficina y todavía faltaba lo peor, llegar a casa a ¿Descansar? ¿Cómo en una lucha constante sin amor? La rutina ya había destrozado todas las promesas de aquel final feliz y jurado el día de nuestra boda, las palabras y deseos dulces de un comienzo ya habían transmutado en breves insultos e indirectas ofensivas y todo por debajo de las máscaras felices del carnaval, creo que tener que disimular el odio de una pareja feliz lo acrecentó cada vez más... esa noche fue una noche larga, lo recuerdo. Recuerdo haber entrado por la puerta y haber dicho -rutinariamente- "Llegué querida", recuerdo que ella guardaba unas cosas en un placar, hoy no recuerdo ni que cosas ni en que placar, creo que fue lo único que pude olvidar de aquella olvidable noche.

Eran casi como las ocho y media, lo recuerdo por un programa de televisión, cuando ella, mientras cocinaba -yo les dije que esa noche fue extraña, ¡comida casera!- y con su habitual comentario "espero que vos si hallas tenido un buen día" molesta, como siempre, por no querer saber de ella, mi "señora", mi "esposa", mi "amorcito"

Después de la cena, ese maldito juego de caja, el que había mandado aquel psicólogo, ese que me echaba la culpa de todo, increíble, uno le paga por ayudar su relación y él sinvergüenza sólo arruina más las cosas, por alguna extraña razón nos había quedado la tediosa costumbre de jugar al Burako después de comer, supongo que era para hablar poco, cansarse e irse a la cama sin cruzar otra palabra que "buen juego"

Esa noche no fue así, recuerdo que ya estaba cansado hasta de la cerveza y quedaba como otra extensísima hora de juego, demasiado para cualquier mortal, tenía el vaso vacío -preguntarán: ¿no será una metáfora de la vida amorosa? ni idea, yo tenía sed- y ahora una excusa para poder salir de esa, aunque sea por un momento. "querida, voy a buscar agua" toda esa noche funcionó lo más sencillo.

La pileta con los utensilios de cocina sucios, una canilla que goteaba, frascos de jabones y demás venenos... todo lo recuerdo, cada cosa, cada instante, cada segundo... El tentador cuchillo sucio sobre la tabla, el olor de la carne muerta de las milanesas, la desmenuzada ensalada inerte, yo no tuve la culpa, la muerte se anunciaba por todos lados.

Fui silenciosamente hacia ella con cuchillo en mano, mis ojos miraban fijos hasta el menor de sus movimientos, mis oídos depreciaban todo sonido exterior a la situación, mi nariz seguía sintiendo su asqueroso perfume, mis labios ya sentían el sabor de la sangre, una gota de sudor frío recorría el costado de la frente, mi corazón latía más y más rápido, esa fue una verdadera noche instintiva.

Un brazo por el cuello, una mirada pálida y otra determinada, un breve forcejeo, un cuchillo que cayó como guillotina, una respiración que calló mortuoriamente, una comida que cayó mal, matrimonio que cayó en desgracia, un esposo que calló feliz, esa fue una noche feliz, una noche extraña.

Recuerdo su cuerpo vacío, ya sin vida, tirado en el suelo como la basura que era, como la basura que siempre fue, lo que no recuerdo bien que hice con él, si lo santifiqué con un entierro cristiano -cosa que dudo-, si lo aventé a una zanja semidesnudo simulando una violación o simplemente lo desaparecí, como al ser que ahí vivía, de la faz de este, ahora hermoso, planeta.

Recuerdo que mi vida mejoró desde entonces, no cambié nada en la casa desde aquella noche, cada rincón me recordaba aquella noche, mi noche feliz, y la alegría de la libertad, cada tanto cuestionaba como un mal que me torturó por tanto tiempo tan rápido acabó, pero que importa yo era feliz leyendo la prensa que reclamaba al asesino de mi esposa, llenándose la boca de justicia, la justicia se ocasionó aquella noche.

Ella volvió, no soportaba verme descansar en paz, insistía en seguir ahí, su sola y tediosa presencia me molestaba, ella se sentía en el aire, el olor de la sangre volvió esa noche con una nauseabunda insistencia, esa noche volvió ella con una nauseabunda insistencia... seguía atormentándome con el maldito juego de caja ese. Su espectro maldito, su figura emblanquecida me seguía por toda la casa, llegué hasta la cocina y tomé aquel cuchillo, ese viejo amigo, me di cuenta que ella lo recordaba bien por su expresión en la cara, todavía no confirmo si fue de horror o felicidad, apreté fuerte y mostrando los dientes di otra cortada letal, pero no recuerdo si la volví a matar o el que murió esa vez fui yo…

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